(Desde El Cañamelar José Ángel Crespo Flor). Resulta aleccionador cómo en la sociedad que nos ha tocado vivir tan descristianizada y donde todo lo que 'huele' a Dios es apartado o como poco, escondido; existen personas que, como es el caso de Eunice Kennedy, se dan y se vuelcan con los demás. Bien ha hecho el Papa Benedicto XVI, al conocer su gravedad, mandar un testimonio escrito para su familia porque con personas como Eunice Kennedy la sociedad puede y ha de cambiar. No sé los años que han de transcurrir pero si existen ejemplos como el que ha dado Eunice Kennedy estoy seguro que Dios más pronto que tarde volverá a ocupar el puesto que le corresponde y que no es otro que el más elevado pues estarán conmigo que quien lo mueve todo es Dios.
Su legado, los Special Olympics, es una obra tan gigante como generosa porque, a través del deporte, los discapacitados han vuelto a sentirse personas y han vuelto a sentirse importantes para la sociedad. Y todo porque a esta mujer se le un día fundar los Special Olympics. Hoy, gracias a estos Juegos Olímpicos para discapacitados, los deportistas con alguna minusvalia física o mental pueden y de hecho se sienten importantes y útiles para la Sociedad.
Benedicto XVI, atento a todo lo que ocurre en el mundo, no dudó en manifestar por escrito su cercanía así como sus oraciones, algo que estoy seguro habrán agradecido su esposo y sus cinco hijos a los que deja el mejor de los legados que una mujer puede dejar: la preocupación constante por los discapacitados.
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