martes, 20 de octubre de 2009

LA COLUMNA DE DIAZ TORTAJADA EN EOS: CARTA A UN COFRADE

FOTOS LUIS TIMON
Antonio Diaz Tortajada párroco de Santa Maria del Mar y periodista nos invita a reflexionar en su habitual columna en este BLOG DE EOS y hoy lo hace sobre lo que debe significar la visita de anoche de nuestro Prelado.

CARTA A UN COFRADE
Por Antonio DÍAZ TORTAJADA

Querido cofrade:

Pongo por escrito mis aaaaaaaaaaaa pensamientos y mis sentimientos más sinceros después del histórico encuentro de nuestro arzobispo don Carlos Osoro Sierra con la Semana Santa Marinera, y en concreto con sus hermanos mayores y presidentes ayer lunes 19 de octubre.
El vino a nuestra casa, tocando con humildad nuestra puerta para entrar, cenar y hospedarse. Le hemos recibido. Abrámonos a su presencia y juntos caminemos: Este es su propósito. Y felicitémonos por ello.
Y la primera reflexión que me hago es ¿cómo ser cristiano en el mundo de hoy? Porque ser cristiano es sustantivo y ser cofrade lo accidental.
Fue el teólogo alemán y mi maestro Karl Rahner, quien dijo que los cristianos ahora, por estos años, en el comienzo del siglo XXI, o serán místicos o no serán nada. Es decir, o son cristianos por una convicción mística o no lo serán. San Ignacio era místico, san Juan de la Cruz era místico, santa Teresa de Jesús era mística, pero por convicción, porque vieron algo nuevo en Jesús de Nazaret que les hizo pensar que el camino era seguirle aunque se quedasen solos. Dice Rahner que “o tenemos algo de mística o no seremos cristianos”.
Yo corregiría a Karl Rahner diciendo que el cristiano del mundo futuro, o será pobre con los pobres o no será cristiano. Así pues el cristiano del futuro o será pobre, solidario con los pobres, o no será cristiano. Bueno, pues, lanzo estas dos ideas para que las pensemos todos. Dentro de nuestra pobreza, tanto intelectual como económica, está ese reflujo que debe llenar nuestra vida con la vida de Cristo: La liturgia, fuente y cumbre de toda vida cristiana. Dentro de la vida del cristiano está la celebración de la Semana Santa como punto culminante de un año litúrgico donde celebramos y vivimos la salvación donada por Dios por medio de Jesucristo. Nosotros, los cristianos, ni hemos inventado la Iglesia, ni tampoco la vida de la Iglesia que es la liturgia. Somos herederos de una historia que vive la comunidad de los peregrinos que animados por el Espíritu Santo, junto con Jesucristo, caminan a la casa del Padre.
Dentro de nuestra historia litúrgica está la vivencia mística de la semana santa. La hemos encontrado e intentamos vivirla como podemos, con nuestras luces y sombras. ¡Adelante!
La semana santa ha supuesto en la vida de la Iglesia y de la sociedad un momento de profunda reflexión para encarar la propia vida con unos parámetros muy diferentes a los que solemos estar habituados.
La semana Santa es la semana de mayor motivación vital pues en ella rememoramos y revivimos la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo al que contemplamos como el Dios-Hombre que ha entregado su propia vida para llevarnos a los brazos de su amor generoso y misericordioso.
La soledad más dramática que puede sufrir el ser humano es el pecado. De ahí que la cercanía de Dios supera la suerte a la que el hombre estaba abocado y es la superación del mismo por la gracia resurgiendo de la muerte a la vida.
La semana santa nos indica la razón de ser de nuestra vida. No tendría sentido la vida si no la miramos desde la conversión del corazón que desplaza al egoísmo por el amor.
Y esta semana nos recuerda que sólo desde el amor de Cristo, que ha realizado la salvación al género humano, se puedan enderezar los pasos cambiados que ha provocado el pecado en el ser humano. ¡Cuántas gracias hemos de dar a Jesucristo por la generosa entrega a favor de nosotros! Siempre que medito y contemplo el gran misterio del amor de Dios mi interior suspira por conseguir un día la perfecta caridad que sólo Cristo me puede otorgar.
La semana santa, por otra parte, nos debe llevar por el camino de la solidaridad puesto que si Jesucristo se hizo amor por nosotros esto nos lleva a saber vivir la fraternidad universal con todo el género humano. Las circunstancias actuales nos impulsan a una mayor solidaridad con los que pasan necesidad en estos momentos de crisis material y moral.
No se dan las circunstancias propicias para lanzar cohetes y pensar que todo es auténtico; son muchas las fuerzas que, vestidas de ideologías fantásticas, quieren narcotizarnos en el bienestar material y ausentarnos de la salud moral. Las consecuencias han sido y seguirán siendo nefastas con estos planteamientos.
El ser humano está llamado a metas más altas y sólo desde Cristo se puede vislumbrar el auténtico sentido de la vida. La solidaridad universal hará cambiar el mundo y llevará por caminos de mayor humanización.
La semana santa es un canto a la vida y es el mismo Cristo quien muestra con su entrega que la vida es donación, entrega, respeto y sacrificio.
La vida que es desde los comienzos de la existencia un lugar sagrado necesita defensores y por ello la vida cristiana que se asocia a Jesucristo que es camino, verdad y vida no puede por menos que proclamar por doquier que nadie mancille el rostro e imagen de Dios que se refleja en el ser humano.
Cristo con su amor y entrega generosa, por salvar al ser humano, nos grita que cada uno de los hombres y mujeres son hijos de Dios.
Ha venido para salvarnos del pecado y para dignificar la vida humana. La vida es un don y es un reflejo vivo del amor de Dios. Cristo, desde la Cruz, ha mostrado que el amor es más fuerte que la muerte y desde ella ha asumido nuestras miserias para concedernos la gracia de poder pertenecer a su misma Vida.
Ruego al Señor que, tras esta visita de gracia de nuestro Padre y Pastor a nuestra casa, nos ayude a una mayor conversión, a una mirada más solidaria y fraterna con los que sufren y a una defensa de la vida humana desde los inicios hasta el final.
Que todos los que vivimos nuestra vida cristiana con ese calificativo de semanasanteros, el Señor nos ayude a vivir con mayor ilusión y esperanza la experiencia de nuestra vivencia de cristianos. Que Jesús vivo y resucitado nos fortalezca en el camino de nuestra fe.

Un abrazo,
Antonio

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